Por supuesto que sí. Los psicólogos trabajamos bajo secreto profesional, por lo que aunque el terapeuta haya tratado a algún conocido tuyo, está obligado a guardar secreto sobre lo que sucede dentro del espacio de consulta.

El ser negativo depende de distintos factores, experiencias vitales, aprendizaje en el ámbito familiar, carácter. Pero es cierto que las personas tenemos la capacidad de aprender a pensar bien.

Podemos comenzar detectando esos pensamientos negativos para sustituirlos por otros más positivos, que por supuesto, nos van a hacer más felices. Recuerda que las personas nos sentimos como pensamos. Si piensas mal te vas a sentir mal.

El enfado, la ira, la rabia son sinónimos de una misma sensación. Se trata de una emoción básica y universal pero no la podemos considerar como una emoción negativa como tal, sino adaptativa. Sirve para avisarnos de una injusticia, que nos va a ayudar a marcar unos límites, a reclamar unos derechos…

Cabe destacar que expresar nuestro enfado es saludable, pero sabiendo canalizar, es decir, tan malo es reprimir tu enfado como ser presa de él.

Lo primero que deberías hacer es detectar qué es lo que te incomoda de él o ella: su forma de expresar lo que dice, el contenido de los mensajes, sensación de falta de comprensión o de empatía, sentirte juzgado/a… una vez detectado, lo más honesto es poder comentarlo abiertamente y con educación para que el terapeuta pueda expresar su parecer.

Muchas veces esas sensaciones tienen que ver con vivencias previas, de modo que el terapeuta actúa como disparador de experiencias pasadas desagradables. Si aún después de hablarlo sientes que no hay feeling, háznoslo saber y buscaremos una solución.