La ansiedad, como tal es una respuesta emocional adaptativa, nos sirve para relacionarnos con nuestro mundo interno y con el exterior. Por lo tanto, el objetivo no es eliminarla, sino regular su intensidad y adaptarla de manera saludable.
Sin embargo, una respuesta que tiene una función adaptativa para la supervivencia de nuestra especie, literalmente, martiriza a muchas personas, impidiéndoles disfrutar día a día.
¿Cómo puede ser esto?
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es un estado de activación física. Esta respuesta, como ocurre en las emociones, tiene tres componentes: cognitivo, físico y conductual.
Cabe destacar que la ansiedad se condiciona de forma muy rápida, es decir, es como un programa que una vez que se activa, puede automatizarse y dispararse con distintos estímulos.
La curva de la ansiedad tiene la forma de una U invertida, y si no es interrumpida, tiende a bajar de manera natural por sí sola.
Si se escapa de la situación o se interrumpe de alguna forma, no se está permitiendo que la curva siga su tendencia natural, y esto contrariamente a lo deseado reforzaría el proceso de la ansiedad.
¿Qué siento cuando tengo ansiedad?
Algunos de los síntomas físicos de la ansiedad son: taquicardias, opresión precordial, mareos, pitidos en los oídos, ahogo, tensión y dolor muscular, cambios en la visión, alteraciones gastrointestinales, etc.
Si centro mi atención en esas sensaciones, buscando una causa orgánica, no es de extrañar que los amplifique. Como consecuencia de eso pasaré a interpretarlos de forma sesgada y equivocada.
¿Cómo estoy manteniendo mi ansiedad?
Esa interpretación errónea me llevará a amplificar mis sensaciones y por ende mis síntomas se intensificarán.
Ese proceso se complicará aún más, cuando comience a asociarse con otros estímulos, que con anterioridad eran neutros. Es decir, comienzo a sentir ansiedad en situaciones que antes no sentía: conducía sin problema, iba a los centros comerciales y me entretenía, viajaba y disfrutaba, me gustaba quedar con amigos, montaba en transporte público, etc.
Ahora todo eso se ha acabado, porque tengo la sensación de que en cualquier momento se va a activar mi proceso de ansiedad, y por supuesto voy a salir corriendo (reforzando así mi ansiedad para futuras situaciones).
Este ciclo que se acaba de describir es el proceso de la ansiedad.
Conclusión
El cuerpo no se puede silenciar, pero sí se puede escuchar.
Aprende a escuchar tus emociones, éstas se extienden por todo tu cuerpo: el miedo, la rabia, la alegría, la sorpresa, el rechazo, la tristeza.
No interpretes lo que no es. Si es necesario, pide ayuda para que junto con el terapeuta aprendas el idioma de tu cuerpo.
Centro Haya Psicólogos