Toda pareja tiene tres partes: tú, yo y nosotros. La posibilidad de que el amor inicial siga creciendo depende de que las dos personas hagan funcionar a las tres partes. Es algo así como, uno más uno es tres, si yo me esfuerzo para que tú estés bien, nosotros estaremos mejor y por consiguiente yo me sentiré más feliz contigo. El amor es el sentimiento que da origen al establecimiento de una pareja, pero la vida cotidiana es lo que determina el funcionamiento de esa relación.
Normalmente la pareja empieza su relación con mucho amor pero para que éste pueda crecer y mantenerse a lo largo del tiempo hay que nutrirlo. Un buen ejemplo para entenderlo es pensar que el amor es como una semilla, es fácil que germine pero para que pueda continuar su proceso de crecimiento hay que cuidarla, ha de haber luz, humedad, agua, oxígeno, etc.
Si el amor no se cuida es frecuente que a lo largo del tiempo vaya quedando oculto. Cuando detectamos que nuestra pareja se encuentra deteriorada no podemos esperar a buscar solución ya que puede que estemos a tiempo para lograr que el amor vuelva a florecer. En otras ocasiones la pareja ha aguantado tanto que el amor muere por completo y cuando deciden acudir a terapia ya es demasiado tarde.
Mi pareja no me da lo que necesito
En una gran mayoría de ocasiones cuando conocemos a alguien y nos enamoramos, creemos que esa persona va a ser capaz de ofrecernos lo que nosotros mismos no somos capaces de darnos. A lo largo de la convivencia nos vamos dando cuenta que esa creencia que teníamos de la pareja está lejos de la realidad. Es en ese punto cuando nos sentimos estafados, engañados, tristes o frustrados, y aunque no lo verbalicemos pensamos algo así como, ¡mi pareja ha cambiado! ¡ya no siento lo mismo! ¡se me ha ido la chispa!
En realidad, lo que ha ocurrido es que hemos puesto falsas expectativas en esa relación, la hemos idealizado y junto a la relación, también hemos idealizado lo que es una pareja. En un principio nos gustaba todo de él/ella, más tarde aquello que nos gustaba empezamos a detestarlo: ya no nos resulta tan simpático, su despiste empieza a desagradarnos, ya no nos hace tanta gracia como antes ni nos resulta tan divertido y sus bromas nos molestan, siempre he admirado lo trabajador que es, pero ahora pienso que le interesa más el trabajo que yo.
El gran problema aparece cuando empezamos a pensar que quizá nos equivocamos al elegir a esa pareja y que otra nos hubiera dado eso que nosotros ansiamos tanto, la felicidad. Esto es un problema porque empezamos a buscar la solución a nuestro sentir por un lugar equivocado, fuera de nosotros mismos. En esta búsqueda de la verdadera felicidad intentamos cambiar a nuestra pareja para convertirla de nuevo en ese ideal que un día vimos en él/ella, somos infieles o terminamos con la relación para seguir en la búsqueda de esa pareja ideal.
Busquen por el camino correcto
No busquen por ahí, busquen dentro de ustedes, háganse preguntas del tipo: Por qué ahora detesto lo que antes me gustaba? ¿Estoy buscando un imposible? ¿Cómo puedo estar haciendo sentir a la otra persona? ¿Es más fácil cambiar a mi pareja que plantearme yo el cambio?, ¿Realmente qué le estoy pidiendo?…
Conclusión
La terapia de pareja te puede ayudar a ser consciente de estos hechos y a retomar a ese tercero que un día entre los dos construisteis. No esperéis a que muera lo que en muchas ocasiones habéis tardado años en construir.
Centro Haya Psicólogos.